Para conocer la pedagogía alternativa también hemos visto necesario conocer los estilos de profesorado, que según Felipe Trillo en su texto “El profesor y el
desarrollo curricular: tres estilos de hacer escuelas”, hace referencia a los modelos de desarrollo profesional del profesorado: el técnico, el práctico y,
por último, el crítico.
Hace una pequeña introducción
donde explica que la investigación educativa nos permite, entre otras cosas,
innovar y, de este modo, llevar a cabo las distintas reformas educativa que dan
sentido a la realidad educativa que nos rodea, pero siempre y cuando se
desarrolle reflexiva y críticamente por los agentes del centro y los
profesores.
Por otra parte, queremos comentar que el profesor es un profesional
capaz de analizar el contexto en el que se desarrolla su actividad y
planificarla, así como combinar la comprensibilidad de una enseñanza para todos
con las exigencias individuales venciendo, de este modo, las desigualdades que
se presenta en la educación y a la vez fomentando la diversidad latente en los
sujetos y haciendo que trabajen en grupo. Debe generar cambio, no ceñirse al
libro al libro y construir materiales instructivos, y sobre todo, debe tener
conciencia de las limitaciones que la estructura impone al desarrollo de todo
lo anterior.
Una vez dicho esto, vamos a pasar a
explicar los distintos estilos del profesorado:
Antes que nada, es importante
conocer qué papel juega cada estilo de profesorado en los cambios. Podríamos
decir que, a este tipo de profesorado le preocupa el cómo se debe desarrollar
el programa, es decir, cómo hacer lo que le dicen que haga, el que hacer,
porqué y para qué ya no es tarea suya sino de quien se lo dice, que son los que
saben más. Se supone que si establecemos una jerarquía entre los distintos
agentes de la educación, por encima del profesorado, “los que saben más”, se
encontraría la Administración con competencias educativas que sería la
encargada de decirle lo que tiene que hacer a este estilo de profesorado.
El profesor técnico no quiere
cambios que mejoren la calidad del sistema educativo, para no involucrarse más
de la cuenta o por temor a fallar por dichos cambios. Estos cambios, se basan
en un modelo constructivista de enseñanza-aprendizaje (se parte de los
conocimientos e ideas que posee cada alumno construyendo así su propio
aprendizaje teniendo al profesor como guía), y el profesor técnico no lo
entiende o lo rechaza ya que su papel es pasivo respecto a los cambios en la
escuela, él solo intenta cumplir el programa que es lo que sabe hacer, mejor
dicho, lo que viene haciendo desde hace mucho tiempo y lo que le mandan, y
esto, sin duda, es mucho más cómodo para él. No quiere asumir esta
responsabilidad, prefiere considerarse “un mandado”.
También se interpreta que es muy
individualista, es decir, para él la enseñanza se resuelve en el aula, y en el
aula manda el, nadie que sea su igual jerárquicamente debe entrar en la
enseñanza de su aula, y mucho menos alguien inferior que el en esa jerarquía,
que podríamos entender que son los padres. Nadie, excepto los que están por
encima de él, tienen que decirle lo que tiene que hacer de puertas adentro.
Y en esa aula, el profesor se
limita a seguir el libro sin fomentar la colaboración con los alumnos y entre
ellos mismos. Se considera que ya ha invertido suficiente esfuerzo y dinero en
especializarse como para molestarse en cambiar. Lo único que tiene que hacer es
seguir un programa, una preocupación exclusivamente instructiva, nada
pedagógica. Y la educación moralizante-pedagógica, por llamarlo de algún modo,
el cree conveniente que tiene que ir a cargo solamente de los padres.
He querido centrarme en explicar
más detalladamente al profesor crítico porque es el que más se diferencia de
entre los tres.
Este profesor se preocupa no solo
del cómo, sino también del qué y, sobre todo, los porqués y para qué, “hacer
por hacer” lo intenta evitar. Él se preocupa por el curriculum y razona que
para saber enseñar no basta con saber la asignatura sino preocuparse por lo que
se va aprender y como se va a aprender, procurando que sus alumnos aprendan a aprender.
Ejerce más responsabilidad, pues
toma decisiones razonables en contextos complejos e inciertos. Se trataría de
un profesional reflexivo, capaz de analizar el contexto en el que se desarrolla
su actividad, de combinar la comprensibilidad de una enseñanza para todos, con
exigencias individuales venciendo las desigualdades y fomentando la diversidad,
y capaz de hacer trabajar en equipo.
Asume el reto de la reforma, por
lo que hace un esfuerzo personal por actualizarse científica y didácticamente,
además de por aprender a trabajar de manera colaborativa. El práctico lee,
conoce, entiende y acepta personalmente el reto de la Reforma.
El libro de texto es un recurso
imprescindible para él, pero no el único ya que es flexible. Así que cierto
cambio educativo es posible para él ya que, ante todo, es un vocacional.
Se caracteriza por, aparte de
asumir todo lo que se ha dicho del práctico, tener conciencia de las
limitaciones que la estructura impone al desarrollo de todo lo anterior. De
este modo se esfuerza por entender cuáles son las condiciones institucionales
que dificultaran o facilitaran su labor. Ve la necesidad de reflexionar
críticamente la práctica, pero también sobre las condiciones y circunstancias
en las que trabajan. Así, advierten que, la Reforma no forma parte de la
cultura profesional de la mayoría de los profesores; que el nivel de
coordinación de trabajo en los centros es insuficiente y que faltan estructuras
de coordinación, todo ello, necesario para llevar a cabo el desarrollo del
currículum.
Es una forma de resistencia al
cambio, pero distinta a como la presenta el técnico, éste trata de “desconfiar
de tanta promesa cuando se toma conciencia de que las condiciones no están
dadas”. Es muy fácil exigirle a los profesores que sean buenos profesiones (que
generen cambio, que no se ciñan al libro, que atiendan al entorno…) si después
no se presentan las condiciones necesarias para que puedan cumplir esto. Y por
eso, exigen que, se creen condiciones de tiempo y lugar que les posibiliten
plantearse de forma colectiva los dilemas que el nuevo marco curricular plantea
y que integren sus demandas de formación en servicio y de apoyo general a su
docencia. Incluso, están dispuestos a someter a análisis las mismas demandas de
los padres, del medio más próximo y de la sociedad en conjunto.
En su práctica diaria intentaran
alcanzar mayor autonomía y responsabilidad no solo para sí mismos, sino también
para el resto de la comunidad educativa como son los alumnos y padres.
En definitiva, los profesores que
abordan la problemática del desarrollo del currículo desde una racionalidad
(introduce el espíritu científico y crítico) crítica, tienen una idea de una
comunidad, participativa y democrática, dedicada a reflexionar sobre sí misma; he aquí el espíritu crítico y luchador de este profesorado por alcanzar
verdaderamente una alto nivel en la calidad del sistema educativo en su
conjunto.